Mi amigo Lupe, uno del pueblo, es de Honduras; y llevaba tiempo diciéndome que cuándo íbamos a pasar el fin de semana por su casa, ya que vivía cerca de la frontera con El Salvador. Me apetecía muchísimo el plan así que cerramos el sábado pasado para ir para allá. Roque también se apuntaba.
El plan era estar en casa de Lupe el finde y conocer la zona. Pero además podíamos acercarnos a Tamalá, donde había una feria importante y se llenaba de gente para la ocasión. La verdad que todo me parecía un planazo. Estando tan cerca de la frontera me apetecía salir a conocerlo.
Desgraciadamente Lupe a última hora fue baja. Tenía un trabajo que hacer que no le había dado tiempo a terminar y le resultaba imposible perder el sábado. Aún así Roque me dijo que si quería que íbamos los dos, que él tenía un amigo "de respeto" en Tamalá, que podíamos dormir allí sin problema. Como yo ya estaba mentalizado del plan le dije que adelante. Aquí podéis ver un mapa con los sitios por los que pasamos:
Como Lupe se sentía mal por haber fallado en el último momento se comprometió a llevarnos a Arcatao en coche. La idea era salir muy pronto por la mañana, a las 5:00 porque desde Arcatao había que subir un cerro bastante duro, durante un par de horas y era mejor hacerlo cuando el sol estaba todavía bajo para no morir en el intento.
Y eso hicimos, a eso de las 6:00 estábamos ya en Arcatao, compramos algo de agua y Gatorade; nos despedimos de Lupe no sin antes llamarle de todo por abandonarnos y empezamos la cuesta arriba todavía llenos de energía. Yo con la mentalidad de aguantar el ritmo de un exguerrillero en subida dura.
Arcatao es un pueblo algo más grande que Las Flores y es el último antes de la frontera. Esta foto la tomé cuando estábamos ya a mita de subida.
Hicimos un descanso para comer y beber algo a mitad de la subida dura. Roque trajo tamales de casa que estaban buenísimos.
Como no puede ser de otra manera en los cerros de este país, pasamos por un tatú que se conservaba bastante bien.
También se podían apreciar grandes zanjas que hacían los guerrilleros para protegerse durante los combates:
Por fin coronamos el cerro más duro. A partir de ahí iba a seguir siendo subida todo el tiempo pero mucho menos duro y exigente. Llegamos a la frontera. No sé si se aprecia en la foto un bloque de hormigón. Eso es. Es un paso ciego, por la montaña así que no hay ningún tipo de control ni nada parecido.
Llegamos por fin a la "carretera" que une Valladolid con La Virtud. Allí ya me sentía que habíamos terminado, porque en cuanto pasara algún pickup le pediríamos ride y nos acercaría hasta Valladolid. Pero seguimos andando, y seguimos y seguimos y no pasaba ninguno.
Como pensaba que en seguida terminaría al caminata no me iba dando ni cuenta de la cantidad de kilómetros que íbamos haciendo, y cuesta arriba. Paramos en una tiendecita a cambiar dólares por lempiras. Daban 20 lempiras por el dolar. Ya entendí por qué Roque me decía que conocía a mucha gente por allí. Se sentó a hablar con el de la tienda y le dio tamales a él y a la gente que pasaba.
Por fin, tras no sé cuántas horas de caminata llegamos a Valladolid. Era un pueblo mediano, con las calles empedradas y bastante humilde. Lo primero que me llamó la atención es que había una pulpería. Le pregunté a Roque, que cómo es que había pulpo aquí; pero es que aquí una pulpería es una tienda. Ni más, ni menos.
Una vez en Valladolid nos sentamos en un comedor a tomarnos un par de cervezas de la victoria. Les estuvimos contando al hombre que lo regentaba (que además había montado una tienda dentro) a dónde íbamos y él nos dijo que ahora se enteraba a ver quién iba hasta Tamalá. Que a las malas había un bus que pasaría dentro de un par de horas.
Pues dicho y hecho. Al cabo de un rato se nos acerca y nos dice que uno con pickup va para allá. Pero que no va directo, que tiene que hacer una parada a mitad de camino a recoger maíz en no sé dónde. El caso es que aún así nos merecía mucho la pena.
Todo el camino en pickup estuvo muy bien. Demasiado polvo por el tipo de camino que había pero había montañas a ambos lados y vistas espectaculares. Además íbamos atravesando algún cantón. Llegamos a dónde tenían que parar, estuvimos esperando cerca de una hora y luego reanudamos la marcha.
Nos dejó en pleno Tamalá y no nos quiso cobrar nada. Estuvimos hablando un buen rato con él. Muy buena gente. Cuando se enteró que era español sólo tenía una pregunta que hacerme. Me dijo que él era de un pueblo llamado Cartagena, y le habían comentado que había un Cartagena también en España. Se lo confirmé y se quedó tan contento y sorprendido. También le dije que teníamos otro Valladolid. Aquí la gente es más calmada, le gusta pararse hablar, enterarse, y además les gusta compartir y ayudar así que le supuso un placer llevarnos y no pedirnos nada a cambio.
Sabíamos que la feria de Tamalá era el día 18 de Febrero, pero nos esperábamos que ya hubiera mucha gente por ser fin de semana, pero no era el caso. Los comerciantes ya habían empezado a instalarse y se empezaba a ver mucho movimiento, pero Roque me contó que cuando son las meras fiestas llegan miles y miles de personas; no se puede ni caminar. Agradecí que no fuera el caso.
Para contaros por qué hay tanta devoción por estas fiestas todo es por
El Pocito de la Virgen. Dicen que el lugar es visitado por la Virgen de los Remedios, que provoca que siempre salga agua sagrada por ese pozo. Además hay en la gran roca donde nace el pozo marcas de los pies de Ella como prueba. Dicen que si te bañas con ese agua sanas si estás enfermo. La devoción es impresionante. Podéis leer algo más
aquí o
aquí. Os dejo fotos de la fuente y la roca con las pisadas.
El agua estaba bastante sucia así que omití el bañarme o beberla. Sólo me eché un poco por la cabeza. Así que si vuelvo con el pelo a lo Bob Marley ya sabéis.
Los puestos que había por el pueblo eran bastante más precarios que las ferias a las que estoy acostumbrado. Pero había un poco de todo. Comida, venta de comida, de juguetes, tiro al blanco con escopetas, etc.
Después le dije a Roque que me parecía buena idea ir a dónde su amigo a asegurarnos que teníamos donde dormir. Porque no le había llamado ni nada. Simplemente daba por hecho que lo encontraría allí. El caso es que tuvimos suerte, justo llegamos y acababan de llegar. Se alegraron de ver a Roque y nos dejaron entrar.
Ambos eran profesores. Él había perdido a su mujer hacía 10 años y hacía poco se había vuelto a casar y tenía dos hijos pequeños de su nueva mujer. Fueron muy acogedores y por supuesto nos dijeron que no había ningún problema por pasar allí la noche.
Allí en Honduras me llamó la atención que hace más frío. Como está bastante más alto se nota una barbaridad. Me habían avisado y llevaba una sudadera. Me la pusé y era el hombre más feliz del mundo: amo el "un poco de frío".
Para no estar todo el tiempo en su casa bajamos otra vez al pueblo. Nos tomamos un café y en seguida Roque vio que había un pobre anciano al lado. No os penséis que le dio una limosna; le sentó a nuestro lado, le dio un café y se recorrió media feria hasta encontrar un buen pedazo de pan dulce. El anciano como loco porque así le llegaba también para el desayuno.
Le dije a Roque lo bien que me había caído su amigo Toño, quien nos daba posada esa noche. Le pregunté que por qué se conocían. Me llevé una grata sorpresa. Me había dicho que se conocía desde hacía 15 años y que eran muy amigos. Pues bien, resulta que hace 15 años Roque andaba por la feria para vender un par de caballos. Le sorprendió la noche y no sabía qué hacer para dormir y no tenía ni siquiera qué dar a los caballos. Se cruzó Toño con él, vio que estaba algo necesitado así que se lo llevó a su casa, le dio comida, a él a y a sus caballos. Le dijo que se quedara esa noche a dormir y además le dijo que la casa era suya, que podía volver cuando quisiera. Roque no volvió a aparecer hasta el año pasado, que fue de nuevo a la feria y apareció con 7 amigos. Le dio alojamiento a todos. Y ahora volvía, esta vez con un amigo español. Es decir, que yo al principio pensaba que iba a dormir en casa de un gran amigo de toda la vida de Roque, cuando la realidad fue que era exactamente la tercera vez que se veían en la vida.
Increíble que haya gente así, que ayude y abra la puerta de su casa sin esperar nada a cambio. Disfruté mucho de poder pasar una noche en su casa y hablar con ellos para preguntarles un montón de cosas de allí. Era una zona tranquila, segura. Era gente humilde pero evidentemente con menos dificultades que el resto por disponer de puestos fijos de trabajo. Nos dieron una habitación aparte para los dos y dormimos tremendamente bien porque estábamos completamente agotados.
A la mañana siguiente nos dieron de desayunar un café con bollos. Además le regaló a Roque un machete que tenía de sobra, el cual le hizo muchísima ilusión. Y a mí otro, pero de llavero, para que tuviera de recuerdo. El día antes le había regalado yo una botella de ron que llevé por no ir con las manos vacías.
Nos despedimos de todos. Les dimos las gracias. Roque le preguntó que si le debíamos algo y él dijo que por supuesto que no. Le invitó a que pasara por Las Flores cuando quisiera. Luego fuimos al pueblo. Seguían llegando comerciantes que abrían nuevos puestos y ya había bastante más gente que el día anterior.
De ahí nos fuimos. La idea era conseguir otra vez transporte hasta Valladolid. Y si podía ser hasta el cruce para bajar andando sólo la montaña hasta Arcatao. Localizamos donde pasaba el bus. El problema es que había gente que decía que a las 11, otros que a las 12; y eran las 9:30 de la mañana. En esas pasó un taxi-moto-triciclo-oloquesea y le dije a Roque que no me importaba pagarlo para no quedarnos en el cruce en el que estábamos esperando el bus.
La verdad que mucho mejor así que en pickup porque vas más fresco, te da la sombra, y puedes ir disfrutando igual de los paisajes.
Nos cobró 150 lempiras. Algo más de 6€. Bastante poco para la distancia recorrida y el estado de la carretera. Luego en Valladolid, igual. Intentamos conseguir transporte pero nadie bajaba. Volvió a pasar otro taxi-moto-triciclo-oloquesea y le dije de nuevo a Roque que yo pagaba encantado otra vez si nos bajaba hasta el cruce. Otra vez 150 lempiras, las mejores invertidas de mi vida. Y llegamos al cruce.
Ya sólo faltaba bajar la montaña atravesando la frontera por el sendero. Habíamos dicho de coger el bus de las 15:30 que salía de Arcatao hacia Las Flores. Pero había uno antes que salía a las 12:30. Eran las 11:30 y habíamos planificado que hacer esa bajada nos llevaría hora y media. Le dije que podríamos intentarlo, pues estaba soñando con la hamaca. Así que bajamos ágiles y nos sobraron 7 minutos. Menuda alegría pillar ese bus y llegar a casa a buenas horas para tener más tiempo de descansar.
Fue una experiencia increíble. Ir un poco a la aventura, cruzando la frontera por puntos ciegos, buscándonos la vida con el transporte, conociendo a gente, quedándome a dormir en una casa con gente de allí. Tenía muchas ganas de conocerlo porque desde aquí estamos demasiado cerca como para desaprovechar la oportunidad.
Salud.